Cuento de Navidad
Para un día tan especial como hoy, en el que se celebra el nacimiento del niño Dios compartimos con ustedes un hermoso cuento de Navidad, en el que la historia nos muestra que nunca debemos perder la fe.
En una pequeña aldea del lejano pais de Layland vivia el pequeño Samuel. Era un niño bueno, que ayudaba cada mañana a su padre a buscar leña.
Una mañana de mucho frío, en la que la nieve cubría la montaña, Samuel le preguntó a su padre:
-Padre, ¿qué es la Navidad?
El padre lo miró extrañado y se sentó junto a un tronco recien cortado.
-¿La Navidad? Es una época de mucho frío en la que las personas se reúnen para hacer cosas juntos y ayudar a los demás.
Samuel se quedó en silencio y aceptó la respuesta que su padre le daba.
El frío llegó, y con él la Navidad, la aldea se cubría de luces, regalos y adornos. Samuel disfrutaba mirando las luces de colores, los escaparates de las tiendas.
-Madre ¿nosotros no tenemos árbol de Navidad? dijo cuando llegó de manera apresurada a su pequeña cabaña.
- No, hijo no, somos demasiado pobres y no podemos tener adornos para los árboles.
Samuel no lo comprendía y se sintió muy triste.
Al atardecer subió a la montaña y desde allí contempló las luces de colores; veía los árboles a través de las ventanas de las casas. Se sintió más triste y apenado que nunca, deseaba un Árbol de Navidad. Se sintió el niño más desgraciado del mundo y empezó a llorar.
Tras un pequeño abeto, una cabecita asomaba asustada por la presencia del pequeño humano y escuchaba el llanto de Samuel.
Con su pequeña naricilla, husmeaba el aroma del niño, comprendiendo que era un buen niño y que no merecía estar triste y apenado.
Se deslizó suavemente y se acercó a Samuel.
- ¿Por qué lloras? dijo el pequeño erizo.
Samuel levantó la mirada y frente a él un ser minúsculo lo miraba fijamente.
-Porque no tengo árbol de Navidad porque soy un niño pobre.
-¿Qué es un árbol de navidad? contestó el erizo
-Es un árbol que se llena de luces preciosas para celebrar una época de frío, en la que las personas ayudan a los demás.
- Yo soy un erizo y no conozco la navidad.
El erizo echó a correr y se perdió entre los arbustos. Samuel regresó al pueblo asombrado por aquel misterioso encuentro.
Llegó la noche de Navidad y Samuel cenó algo de sopa con pan recién hecho.
Seguía estando triste pero amaba a sus padres por encima de todo. Se acercó a la ventana y miró las ventanas de las otras casas, donde veía las luces de los árboles brillar. Cayó la noche fría y el silencio se fue adueñando de la aldea. Sólo la nieve , dejaba un sonido tenue al caer sobres los grises tejados.
Por la ladera de la montaña, comenzó a bajar un erizo …dos erizos…tres erizos…cuatro erizos…Así hasta que bajaron muchos erizos. Todos traían una pieza de fruta consigo.
Se fueron acercando a la aldea hasta llegar a la cabaña donde viva Samuel. Entraron despacio y esperaron al erizo que habló con Samuel.
-Aquí está, todos a prepararse.
Los erizos empezaron a untar sus púas con las piezas de frutas que traían…Al cabo de unos
minutos apareció un arcoíris de colores.
El morado de las moras, el rosa de las fresas, el verde de las manzanas, el amarillo de los plátanos, el rojo de las bayas…todos los colores que se pudiesen imaginar.
El erizo que habló con Samuel puso en pie el pequeño abeto que había arrastrado desde la cima de la montaña. Roció el árbol con nieve fresca.
Uno a uno los erizos se fueron subiendo al árbol, cada uno de un color, de un sabor y olor. Cada uno fue cerrándose, formado una bola de color sobre cada rama del pequeño abeto.
Aguardaron toda la noche hasta el amanecer porque Samuel era un buen niño y no merecía estar apenado, porque habían comprendido que la Navidad era esa época fría en la que no solo los hombres se juntan para ayudar a los demás.
Así fue como Samuel tuvo el más hermoso árbol de Navidad que jamás ha existido, aquel que formaron mil y un erizos, de colores y sabores de frutas, salpicados de nieve fresca.
Fuente: Diario la senda del erizo
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